¡Alguna vez tenía que llover! Pues ha sido esta…
Cabo Home no tiene un faro, ¡tiene tres! Es una zona preciosa, con unas fantásticas sendas por toda la Costa de la Vela, pero lo mejor, sin lugar a dudas, es la espectacular visión que nos ofrece de la islas Cíes. No hay lugar desde donde se vean tan cerca, tan tremendamente afiladas. Pero casi no pudimos distinguirlas… Habrá que regresar pronto a Cabo Home, pero ahora vamos a contar cómo fue nuestra jornada.
Comenzamos con un empacho de naturaleza. Nuestro punto de reunión fue un escenario no excesivamente conocido: los jardines de Frendoal, en Aldán. Los condes de Canalejas dedicaron un espacio del bosque anexo a su pazo para divertimento de los pequeños, como una especie de bosque encantado. Pasado el tiempo, la carretera partió en dos la propiedad y hoy la zona de los jardines infantiles han caído en una atractiva decadencia, siendo visitables por aquel que lo desee.
Recorrimos diversas zonas de Frendoal, nos acercamos después hasta el pazo vecino (Casa Torre de Aldán) y a la iglesia parroquial, que parecía sitiada por la enormidad del muro protector del pazo. Tras el atracón de “verde”, nos dirigimos al puerto de Cangas. Dejamos atrás la decadencia romántica de los jardines, para dirigirnos a otra decadencia más industrial. Vamos a conocer la antigua fábrica de Masso, la que fue gran joya de la industria conservera gallega.
Junto a la espectacular factoría nos aguardaba Carmiña, mujer de un antiguo trabajador, su vida siempre estuvo unida a la fábrica, por la que siente un cariño especial. La luminosa sede de Masso era decisiva en la vida de la comarca, el reloj de su torre (ahora detenido para siempre en las 11:10) marcaba el ritmo de todos los habitantes, no solo de los casi 2.000 trabajadores en nómina directa. Además de la revolucionaria belleza del diseño y de su enormidad (16.000 metros cuadrados de nave), si algo destacaba era la responsabilidad social que marcó un referente en su tiempo: viviendas sociales, guardería, hotel para las visitas, zona deportiva… Funcionaba como una ciudad en pequeño.
Recorrimos la zona durante hora y media, dedicando también un rato a la sección de la zona ballenera. Carmiña nos habló de lo que suponía la llegada de un cetáceo: la expectación, el bullicio, el olor… Tiempos que no volverán.
Finalizado el paseo por la zona portuaria, comimos algo (con cierta dificultad, pues los locales estaban bastante llenos) y comenzamos los preparativos para la “andaina”.
El punto de concentración fue la la graciosa caracola de Donón, junto al pico de O Facho (una visita que apuntamos para cuando regresemos a ver las Cíes desde Home). A las 16.00h, con la puntualidad que nos caracteriza, comenzamos el recorrido por la Costa da Vela. Llovía ligeramente, lo que no era una gran molestia en principio.
El recorrido, muy longitudinal, nos llevaba hasta dos de los faros de este cabo. El faro de Cabo Home y y el de Punta Robaleira. Nos quedará por ver el de Punta Subrido, pero intentamos nos alejarnos mucho de los 5 km. previstos. La costa luce unos acantilados muy hermosos. Las olas, rectilíneas como en pocos lugares, nos acompañan.
Llegamos en primer lugar al faro de Cabo Home. Desafortunadamente las Cíes se muestran muy tímidamente. El lugar es bellísimo, tendremos que volver.
Estuvimos un buen rato contemplando las olas. La lluvia parecía remitir. Nos acercamos hasta el faro de Punta Robaleira. De menores dimensiones que el de Home, su peculiar color rojo le convierte en objetivo preferente de cámaras y móviles. Al fondo las nubes levantan un poco permitiéndonos descubrir el contorno de las Cíes. No es la estampa soñada, pero algo es algo.
Emprendemos el camino de regreso. Las ANDAINAS CULTURAIS 5X8=40 están tocando a su fin. El sábado siguiente las despediremos en la Mariña Lucense, en Punta Rocadoira (Xove), la primera etapa que fue suspendida en su momento. Empieza a tomar cuerpo la idea de celebrar una comida final en A Guarda. En el fondo lo que pasa es que no queremos despedirnos de los faros.